martes, 8 de enero de 2008

Se fue


Recuerdo aquel año, aquel maravilloso año, no por pasado sino por transcurrir exactamente como yo lo deseaba, para lo bueno y para lo malo. La adversidad es como el vino, en pequeñas cantidades te hace sentir vivo, pero más allá puede matarte o aún peor, desgraciarte la vida. Nada parecido ocurrió en aquellos días y es por eso que justo ahora mi memoria viaja desde mi escondite hasta el aula del sótano que se hacía pasar por Instituto. Físicamente nunca lo consiguió (¡dios, cómo peleamos por salir de aquel cuchitril!) y sin embargo, jamás aprendí más en menos tiempo. Nuestra profesora de Filosofía, principal culpable, nos enseñó a pensar como debía, pero no como a los demás les hubiera gustado. Sí, ella también vió “El Club de los Poetas Muertos”, pero a diferencia de otros, no sólo creyó que se trataba de una bonita historia, sino que decidió ponerla en práctica. ¿Y quién mejor para lograrlo que Silvio y su Unicornio? Yo ya conocía la canción (ventajas de tener una hermana “roja” diez años mayor que tú), pero es cierto que nunca hasta entonces la había analizado lo suficiente. Y Pilar, una de las mujeres que más amaba la vida de cuántas he conocido, nos hizo la pregunta de rigor: ¿de qué creéis que está hablando Silvio?, ¿qué es “El Unicornio”? Alguien dijo inmediatamente: “la virginidad”. La respuesta también resultaba poco menos que obligada, teniendo en cuenta que éramos unos adolescentes y nuestras sentimentales hormonas hablaban por nosotros. Realmente y eso es lo mejor, nunca nos dio la interpretación del autor, ni siquiera la suya propia, pero me pareció que entregar el cuerpo, el alma o ambos a quién deseas, no podía producir tanta amargura. En contra y como trasfondo existían terribles historias, malas experiencias que marcaban a los “debutantes” para el resto de sus días, pero yo siempre pensé que se debían a lugares, momentos o personas equivocados. Después, otros siguieron dando su visión en función de lo que significaría para ellos perder su bien más preciado. Bendita inocencia… yo podía imaginar mil cosas terribles que me hubieran hecho sentir muy desgraciada si hubieran desaparecido y aunque intuía a qué podía referirse, no encontré ninguna que me dejara tan desvalida… Hoy, dieciséis años más tarde, con el doble de vida a mis espaldas y años no tan buenos como el señalado, daría cualquier cosa por no saber contestar como entonces a la pregunta de Pilar. Desafortunadamente, ya sólo puedo decir “Se fue…”

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Si es que cuando te pones, no hay quien te gane.
¡Qué bonito!

Un beso

Anónimo dijo...

No sabía lo desgarrada que te encontrabas, no lo podía saber hasta que una se rompe también.
Y quiero decirte que poco vas cogiendo los mil pedacitos de irenia y llegarán o no, no lo sé, a forma a la entera de glauka.
Es difícil recuperar aquello que sientes que se pierde, aquello que te hacía grande, suerte luchadora, y llora, grita, escribe o sonrie.
Un beso sincero!