jueves, 11 de febrero de 2010

Sus manos…

Es todo lo que recuerdo de aquel encuentro: unas manos fuertes acostumbradas a trabajar la tierra, dedos rígidos y sucios de tanto cubrir heridas, uñas cansadas de arañar el presente, líneas que el frío convirtió en grietas, callos de dolor y de hambre. Manos vacías de todo, manos llenas de gente. Coincidieron con las mías un sólo instante. Todavía hoy se sienten culpables.

1 comentario:

juanola dijo...

No sé a qué te refieres ni te voy a preguntar...pero no deberían sentirse culpables, de eso estoy casi segura.

Un beso